Cuando el ejército enemigo ya se había debilitado hasta cierto punto, era la hora de enviar a los berserker con el doble propósito de abrir una brecha en sus líneas y hacer que se cagaran en los pantalones.
Lo que el enemigo veía venir hacia ellos era un grupo de individuos desnudos, tan sólo cubiertos por la piel de animales como osos y lobos, dando alaridos, corriendo como posesos, con los ojos desorbitados, dándoles mordiscos a sus escudos y echando espuma por la boca. Podían recibir numerosas heridas e incluso llevar varias flechas enemigas clavadas en su cuerpo. Aquello no parecía detener su frenesí asesino en el que cargaban contra todo lo que encontraban a su paso, principalmente enemigos que morían aterrorizados pensando que les había destrozado un hombre poseído por el espíritu de un animal, pero en ocasiones también compañeros de su mismo bando, troncos de árbol y piedras.
Ante tal visión, el pánico, evidentemente, cundía entre los enemigos.
Se decía que nada podía detener a un berserker en su carrera de la muerte, excepto la vejez. Y quizá el sueño mortal que les invadía una vez se disipaba su éxtasis tras la batalla.
Existen diversas teorías de cómo llegaban esta élite vikinga a alcanzar semejante trance asesino, o "berserkergang". Algunos lo atribuían a enfermedades como trastorno bipolar, epilepsia, rabia o histeria. Otros lo achacan al consumo de hongos alucinógenos, pan de centeno infectado con cornezuelo del centeno -hongo a partir del cual el doctor Hoffman sintetizó en 1938 el LSD- o quizá cerveza de beleño, planta alucinógena.
A pesar de (y debido a) lo letales que eran y su valor suicida, no eran compañeros de batalla muy apreciados, hasta el punto de que en el siglo XI fueron ilegalizados, y acabaron por desaparecer.
Hoy en día aun se pueden encontrar berserkers en juegos de rol, ordenador, cartas, literatura, etcétera, refiriéndose a guerreros suicidas, imparables, insesinbles al dolor, inmersos en un estado de trance asesino.
Lo que el enemigo veía venir hacia ellos era un grupo de individuos desnudos, tan sólo cubiertos por la piel de animales como osos y lobos, dando alaridos, corriendo como posesos, con los ojos desorbitados, dándoles mordiscos a sus escudos y echando espuma por la boca. Podían recibir numerosas heridas e incluso llevar varias flechas enemigas clavadas en su cuerpo. Aquello no parecía detener su frenesí asesino en el que cargaban contra todo lo que encontraban a su paso, principalmente enemigos que morían aterrorizados pensando que les había destrozado un hombre poseído por el espíritu de un animal, pero en ocasiones también compañeros de su mismo bando, troncos de árbol y piedras.
Ante tal visión, el pánico, evidentemente, cundía entre los enemigos.
Se decía que nada podía detener a un berserker en su carrera de la muerte, excepto la vejez. Y quizá el sueño mortal que les invadía una vez se disipaba su éxtasis tras la batalla.
Existen diversas teorías de cómo llegaban esta élite vikinga a alcanzar semejante trance asesino, o "berserkergang". Algunos lo atribuían a enfermedades como trastorno bipolar, epilepsia, rabia o histeria. Otros lo achacan al consumo de hongos alucinógenos, pan de centeno infectado con cornezuelo del centeno -hongo a partir del cual el doctor Hoffman sintetizó en 1938 el LSD- o quizá cerveza de beleño, planta alucinógena.
A pesar de (y debido a) lo letales que eran y su valor suicida, no eran compañeros de batalla muy apreciados, hasta el punto de que en el siglo XI fueron ilegalizados, y acabaron por desaparecer.
Hoy en día aun se pueden encontrar berserkers en juegos de rol, ordenador, cartas, literatura, etcétera, refiriéndose a guerreros suicidas, imparables, insesinbles al dolor, inmersos en un estado de trance asesino.