El protagonista de Synechdoche, New York, lleva a cabo un proyecto teatral
que es una réplica a escala 1:1 de su propia vida
En este mundo capitalista, post-moderno y tecnológico estamos creando continuamente realidades nuevas. Algunas de ellas se superponen al referente original o lo sustituyen incluso hasta que este es olvidado, mientras que otras son creadas desde cero y no tienen ninguna relación con nada previamente existente.
Espectadores que se han educado viendo porno pueden acabar con una noción ligeramente fantástica de lo que son las relaciones sexuales, en las cuales las mujeres serían unas guarras insaciables a las que les encanta el sabor del semen y que se les corran en la cara, donde habría que cambiar contínuamente de postura, adoptando a veces posturas poco prácticas en la realidad, donde todo sería limpio e inodoro, sin flujos, pelos o gases de por medio.
Disneyworld es eso: un mundo Disney, un mundo aparte, que no existe. Todo el complejo intenta mantener una gran ilusión de vuelta a la niñez o potenciación de la misma, donde los personajes animados son reales y no existen las emociones negativas. La verdad es que tras toda esa estructura hay una serie de cuartos, pasillos y túneles subterráneos que ocultan la banalidad y la fealdad.
Cuando uno paga por algo que lleve impreso el logo de Apple está pagando por un significado que percibe detrás de ese símbolo, a saber: diseño, tecnología puntera, infalibilidad, alternativa a lo mainstream (que sería Microsoft) y pertenencia a una élite que no obstante es al mismo tiempo una minoría (no por nada los macs son una posesión habitual de los hipsters que van a los Starbucks y cafés recoletos con wifi a escribir sus revolucionarias novelas o a actualizar sus blogs).
Nos estuvieron alimentando con imágenes de mujeres imposibles e impecables en las portadas de las revistas y los carteles de las películas, hasta que se difundió ampliamente el nivel al que se llegaba a usar Photoshop (o lo que sea) para ocultar cualquier imperfección (lunares, arrugas, manchas en la piel) o realzar lo que escasea (talla de pecho, color en los ojos, grosor de los labios, etc.).
Otro ejemplo de hiperrealidad podría ser la deformación de los sonidos de los 80 y 90 que es parte esencial de un microgénero musical de aparición reciente: el vaporwave. Pero ese tema quiero tratarlo en su propio artículo en un futuro próximo, porque ahí hay mucha tela que cortar.
Hiperreality: artículo en inglés
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