· El LHC (Large Hadron Collider) no hace nada que la naturaleza no haga ya, pero a lo bruto, y nunca ha pasado nada. La energía de los rayos cósmicos provenientes de supernovas o la formación de agujeros negros superan de lejos la energía de las colisiones de partículas que pueda producir el LHC. Estos rayos llevan bombardeando la atmósfera de la Tierra millones de años, desde su formación. El LHC, por lo tanto, tan sólo reproduce un fenómeno cósmico a pequeña escala y de forma controlada en laboratorio.
· Los agujeros negros microscópicos no se comen a nadie. Para que un agujero negro absorva materia debe tener una masa muchísimo mayor. Un agujero negro pierde masa al emitir energía. Uno microscópico, sin la capacidad de absorver materia cercana, se colapsaría y desaparecería tan rápido que la única manera de detectar que se ha producido sería detectar el rastro de su colapso. Además, sin un agujero negro microscópico fuera capaz de tragarse la Tierra, por ejemplo, ya lo habría hecho uno producido por un rayo cósmico de los que contínuamente golpean nuestro planeta con una energía de lejos superior.
· La materia extraña tampoco. La existencia de la materia extraña aun no se ha comprobado, pero de existir, su carga magnética rechazaría la de la materia normal, y en lugar de combinarse con ella, se colapsaría. Y, una vez más, los rayos cósmicos ya deberían haber producido la hipotética materia extraña, y no parece que hasta hoy haya sucedido nada.
El caso es aguarle la hipocondria apocalíptica a uno.