Este post no va en realidad sobre el músico Chilly Gonzales. Va sobre mí. Sobre la persona que escribe esto. Va sobre cómo me percibo a mí mismo.
Este post no trata sobre Chilly Gonzales. Así que dadle al play y miradle. Mirad a Chilly Gonzales tocando el piano. Sólo piano.
Está medio calvo. El pelo largo repeinado para atrás. Narigudo. Vello en las manos. Suda. Larguirucho. Ni siquiera lleva un traje elegante. Incluso va en pantuflas.
No importa. Te lo follarías. ¿Tú no te lo follarías? Yo me lo follaría. Me lo follaría a saco.
Porque le está echando pasión. Por el carisma, por el lugar privilegiado que es un escenario. Suda por los focos pero también suda porque no para de moverse, porque está actuando, actuar en el sentido de acción, de hacer. Porque es un artista y ¿quién no se quiere follar a los artistas? Artistas que actúan, actuar en el sentido de fingir, de crear de la nada, de contar historias y tocarte, emocionarte. Como las notas del piano. Como los silencios entre las notas del piano. Como el sonido de las teclas del piano funcionando y golpeando y la respiración esforzada del intérprete.
Porque Chilly Gonzales está en mitad del fluir, y cuando eso sucede eres feliz, y si hay un tipo de gente tan follable como los artistas es la gente feliz.
Pero este post no va sobre Chilly Gonzales. Va sobre mí. Más cerca de los cuarenta ya que de los treinta. Me veo barriga, bajito, cejijunto, en baja forma, con papada. Me veo con varias relaciones fallidas, dejadas y dejado, a la espalda y pienso ¿fallará algo en mí?
Sin trabajo fijo ni casa. Inepto social, laboral y vital. Adicto a la seguridad que proporciona internet, el único lugar dónde tienes (medianamente) control sobre lo que sucede, lo que ves, lo que dices y lo que te dicen.
Medianamente, porque ahí están ante mis ojos todos esos actores que sólo han llegado a algo por ser guapos y atléticos, todos esos modelos fotográficos, todos esos chavales en Tumblr, Pinterest, Instagram, posando, llenando las noticias, protagonizando películas. Ahí está la publicidad, las modas, las barbitas recortadas a nivel subatómico y los tupés de barbería, los tatuajes que quedan superbién sólo a los demás, las máquinas y el horario del gimnasio, las cremas y mil mierdas nuevas para venderle a los hombres. Hasta ahora han ido a por las mujeres y ahora van a por nosotros. A por nuestra autopercepción y nuestra autoestima. A machacarnos para luego vendernos la solución al machaque. ¿Qué se siente? ¿Eh?
Pero ahí está Chilly Gonzales, sudando mientras le da al piano. Desgarbado, se la pela todo. Se la pela el sex appeal, la juventud, el gimnasio (digo yo, que todo puede ser y a lo mejor este hombre le da al deporte para mantenerse vivo y sano). Y le harías el amor. Claro que le harías el amor.