27/04/2007

Robert Johnson


Robert Johnson vivió sólo hasta los 27, y sin embargo le dio tiempo a convertirse en una figura clave del blues, en concreto del "blues del delta", música negra rural gestada a las orillas del Mississippi, que hablaba de miseria, drogas, sexo, violencia y el diablo. Su obra influyó en bluesmen posteriores y en grandes figuras del rock que le han versioneado en numerosas ocasiones, como Los Rolling Stones, Led Zeppelin o Eric Clapton.

Sin embargo lo más interesante de la historia de este hombre es que encarna una leyenda: la del músico que se encuentra con el diablo en un cruce de caminos y le vende su alma a cambio de un talento musical genial. Un mito de la América profunda, con resonancias en los grandes mitos básicos de la cultura humana.

En finales de los años 20
a Johnson no se le consideraba más que un joven del campo inculto que no destacaba en nada y que carecía de talento para el blues, a pesar de que este era su mayor aspiración y procuraba pasar todo el tiempo posible con grandes figuras del género para aprender de ellos.

A principios de los años 30 desapareció. Nadie sabe exactamente donde fue, aunque se piensa que estuvo entre otros lugares en la localidad de
Clarksdale. Allí habría tenido su supuesto encuentro con el diablo.

Cuando volvió lo hizo con una asombrosa habilidad para tocar la guitarra a la vez que cantaba sus propias canciones, de letras llenas de poesía y sentimiento. Todos, incluyendo los músicos del circuito del blues, quedaron impresionados por tanto talento, aquellas letras tan duras antes impensables en él y por la drástica evolución del joven.

Los rumores sobre el pacto diabólico comenzaron a correr por la comunidad del blues, influída por la cultura y las supersticiones africanas y brasileñas. En parte se debió a las menciones que hacía el propio Johnson al Diablo en sus canciones, que además tenía la inquuietante costumbre de finalizar sus conciertos drásticamente y largarse del local a toda prisa. Su propia familia confesó que en privado había reconocido haberse encontrado con el diablo en un cruce de caminos, tal y como sucede en antiguas tradiciones africanas, concediéndole éste aquel gran talento con el precio de que tan sólo viviría 7 años más.

A pesar de la leyenda oscura que le rodeaba y de lo atormentado y siniestro de sus letras, Johnson resultaba ser simplemente un tipo bastante alegre, vividor, aficionado a los trajes elegantes y las mujeres.

En 1936, después de haber dado muchas vueltas por EEUU y Canadá, se encerró en una habitación de hotel, se sentó de cara a una esquina para aprovechar al máximo la acústica, y con los medios rudimentarios de que disponía, grabó por primera vez su primera sesión, todo del tirón. La segunda sesión la grabaría en unas oficinas. Estas 29 canciones y las dos únicas fotografías que le fueron tomadas en vida son el único legado que queda de él.

John Hammond, importante cazatalentos, descubrió las grabaciones de Johnson y quedó impresionado. Mandó a alguien a buscarle para contratarle. Iba a actuar en un gran evento musical en el Carnegie Hall de New York para público blanco, evento que probablemente le lanzaría a la fama.

El enviado de Hammond volvió con la triste noticia: un marido ultrajado le había asesinado envenenándole el whisky, cumpliendo así con el plazo impuesto por el Diablo.

Este artículo fue inspirado por un post de Nicotin en el foro pH.

2 comentarios:

Anónimo dijo...

qué curioso, al parecer le hacen un homenaje a este tipo en la película O brother de los cohen

Oruga dijo...

¿Verdad? Los protagonistas se cruzan con un señor que dice haber hecho un trato con el diablo a cambio de su talento, como Robert Johnson, y les canta el hard time killing floor blues a la luz de la hoguera. Canción superada ampliamente interpretada por Skip James y cuya audición recomiendo encarecidamente. Pelos como escarpias, oiga.

Sería cuestión de volver a ver O Brother y fijarse si ese personaje dice llamarse Robert Johnson.