Advertencia: esto es el análisis de un producto audiovisual infame. Conforme lo vayas leyendo quizá vayas perdiendo cualquier respeto que puedas tenerme sólo con pensar que lo he visto de cabo a rabo, y que dedico mi tiempo y energías a analizarlo. Pero no puedo evitarlo. El tema me obsesiona y fascina, como me fascina lo marginal y lo criminal, como nos fascinan las historias sobre la mafia y asesinos en serie.
Procuraré no entrar demasiado en juicios de valor (aunque se me escape alguna que otra opinión) y limitarme a exponer los hechos. Por favor, no me odiéis por no condenar rotundamente Bumfights.
La idea surgió en 1999, cuenta. Estaban en Naked City, un barrio bajo de Las Vegas, y vieron a dos sin-techo peleándose. Alrededor se había congregado cierto público y parecían estar pasándolo bien con el espectáculo. Aquello era material del que se podía sacar algo.
En 2002 Ryen y sus amigos, Zachary Bubeck, Daniel J. Tanner, y Michael Slyman, rondando los 15 años de edad, agotaron el crédito de sus tarjetas e invirtieron 50.000 dólares y tres años de su tiempo para crear "Bumfights: a cause for concern", bajo su propia productora: Indecline Films. Distribuyeron el DVD exclusivamente por internet, a través de su sitio web. Su esperanza era doblar lo invertido.
En tres semanas vendieron más de 300.000 copias, una media de un vídeo cada cuatro minutos, y ya eran millonarios.
Hoy en día los vídeos de Bumfights (hubo hasta tres secuelas, a manos de otros individuos que compraron los derechos) están prohibidos en países como Reino Unido, Canadá y Nueva Zelanda, y sólo se pueden adquirir por internet o de contrabando.
Pero, ¿qué se veía en ese metraje de 56 minutos que alimentó el morbo de miles de personas de todo el mundo (la mayoría, probablemente, universitarios de la hermandad pi-beta-kappa fumando hierba en pipas de agua en sus sofás), que hizo escandalizarse a agrupaciones defensoras de derechos humanos, llegó hasta los noticiarios de medios como la CNN y la Fox y abrió un debate sobre los límites de la industria del entretenimiento audiovisual?
Remontémonos a Jackass. Individuos jóvenes realizando stunts ("acrobacias" que sólo debería hacer un especialista) con resultados dolorosos y dañinos para la integridad física. Steve O colocándose una medusa en la cabeza y luego aliviando la picadura con su propia orina. Bam Margera gastando bromas a sus padres que en cualquier otro caso habrían hecho que le expulsaran de casa y le desheredaran. Johnny Knoxville con un montón de niños haciendo cola para darle una patada en los huevos, protegidos, eso sí, por un suspensorio. Bromas extremas. Golpes. Todo grabado con muy pocos medios, sin trucos. Real, de cerca.
Rascando un poco más, podemos incluso encontrar el origen de Jackass en los vídeos de skateboarding, rodados con cámaras no muy caras y objetivos de ojo de pez, a nivel de la calle, aderezadas en ocasiones con encuentros con variopintos personajes callejeros y con los inevitables y dolorosos golpes y caídas que son el precio a pagar por la grabación de un truco exitoso sobre la tabla.
Había que llevar el límite un poco más allá. De hecho, McPherson y sus amigos lo llevaron un poco más allá tan sutilmente, tan en la penumbra entre el entretenimiento y el delito, que hasta varios años después no se decidió someterles a juicio.
Había que llevar el límite un poco más allá y sacar pasta con ello.
Básicamente, el contenido de Bumfights se puede clasificar dentro de dos grandes categorías:
-Putadas a sin techo ("bums").
-Gente (en su mayoría adolescentes) zurrándose la badana ("fights").
Ser un adolescente blanco americano de clase media es muy duro.
Por algún sitio tiene que escapar esa frustración.
La receta la completan contenidos inclasificables de todo tipo: pintadas, perros cojos, animales muertos, camionetas atropellando letrinas, un tipo disfrazado de Pedro Picapiedra remolcando un becerro muerto al grito de "Yabba Dabba Doo!" o una señorita de buen ver en bikini sobándose toda.
Señorita de buen ver. Que no falte de ná.
Igual que los skaters salían a cabalgar la calle y con sus cámaras mostraban rincones y personajes que nunca verá un burgués a salvo en su apartamento y en su barrio decente, con su vida bien a salvo dentro de los límites habituales, McPherson (director del proyecto) y sus compinches salieron a mostrar el lado más decadente de las calles de Estados Unidos, algo que algunos incluso consideraron una bendición, un sopapo en toda la cara de la conciencia social. Uno de los últimos planos del vídeo recorre la acera de una calle cualquiera, donde duermen, sobre cartones, bajo mantas, al aire libre, decenas y decenas de personas. No hablamos de un vagabundo durmiendo en un cajero. Hablamos de decenas de personas ocupando todo lo largo de una calle.
He ahí el problema de Bumfights. Hasta la aparición del elemento dinero, Bumfights es un Jackass+callejeros+grabación de móvil de peleas de instituto. "A cause for concern", "Un motivo de preocupación", lo subtitularon en una hábil maniobra, dándole una cínica pátina de denuncia social. Muestran una realidad dura pero una parte del metraje está distorsionado por la intercesión del dinero. No se habrían metido en problemas si no hubieran decidido pagar (con dinero o alcohol) a vagabundos por hacer algunas de las stunts.
Cagar en un papel en medio de la acera. Arrojarse desde una ventana a un seto. Arrojarse desde cierta altura a un contenedor de basura. Estrellarse de cabeza contra un cartel. Tirarse escaleras abajo sobre un carrito de la compra. Tatuarse la palabra "Bumfights" en la frente. Uno se extraña cuando ve a Rufus Hannah y Donnie Brenan (las principales estrellas del vídeo) absolutamente motivados y entusiasmados con sus roles, pero según declaraciones, los productores se dedicaban a emborracharles hasta que estaban dispuestos a hacer cualquier burrada por unos cuantos dólares, más alcohol, o una noche de hotel.
Momento en que los productores ofrecen por primera vez dinero a Rufus a cambio de cometer burradas
Pero la alienación de los vagabundos no acaba ahí. La sección probablemente más penosa de ver es la llamada "Bumhunter" donde un emulador de Steve Irwin caza vagabundos en lugar de cocodrilos. Uno pierde la fe en la humanidad cuando ve cómo alguien intenta hacer humor a costa de personas que no tienen nada, que se despiertan en mitad de la noche, en su saco de dormir, en un descampado, viendo cómo unos desconocidos con cámaras le amordazan y le atan de pies y manos para marcarle con un rotulador y hacer comentarios sobre el fabuloso espécimen que acaban de cazar y al que se disponen a devolver a su hábitat.
Un producto audiovisual con tanto éxito, que cientos de miles de personas habían comprado y visto, con semejante contenido, no podía pasar inadvertido. Desató lo que Leslie Wilkins, en su libro "Desviación social: Política social, acción e investigación", denomina (aquí me estoy arriesgando un poco con la traducción) "espiral de magnificación de la desviación". Es un fenómeno que una vez definido resulta familiar: los medios de comunicación se hacen eco de un acto criminal o considerado como aberración por la sociedad. El interés despertado hace que se informen de más casos que de otro modo hubieran sido ignorados, pero que se presentan como la confirmación de un patrón. Casos puntuales se convierten en un problema común. El público exige ser alimentado con más noticias sobre el problema, y esta exposición en los medios puede acabar idealizándolo o mostrándolo como común, lo cual desemboca en casos de imitación. Los políticos aseguran que tomarán medidas y aprobarán nuevas leyes para luchar contra el problema, y así la espiral va creciendo y creciendo hacia un "pánico moral inducido por los medios", como lo denomina el sociólogo Stanley Cohen.
La "desviación" fueron los 311 Boyz. Es decir, Bumfights fue un producto horrible, pero los 311 Boyz fueron el caso más flagrante de imitadores. Grupo de adolescentes blancos de clase media-alta de Las Vegas, etiquetados en un principio como "banda juvenil", salían en busca de pelea o las provocaban entre individuos con la intención de grabarlas en vídeo y hacer negocio con ello. Saltaron a los titulares cuando persiguieron a un grupo de chicos que escapaban en furgoneta de un altercado con ellos en una fiesta. Entre otras lesiones causadas, una piedra dejó ciego de un ojo a uno de los asaltados. Los medios aprovecharon para cebarse en el mito del adolescente violento y en la idea del surgimiento de bandas de jóvenes que deambulaban atacando a lugareños. Los 311 Boyz no fueron el único caso. En los medios comenzaron a surgir noticias sobre todo de jóvenes que agredían a gente sin hogar, admitiendo algunos de ellos haberse inspirado en Bumfights. Tampoco faltaron los que se sumaron a este nuevo género audiovisual viendo las posibles ganancias. Comenzaron a aparecer imitadores de la serie con títulos que contenían las palabras "bum" o "fights".
Aspectos como estos se tratan en el documental Bumfights - A video too far. En él se da una oportunidad a McPherson para defenderse, el cual mantiene que cuando los vagabundos protagonistas hacían cosas por dinero, se trataba de un intercambio consentido entre adultos, y que a veces incluso se les ve entusiasmados por su participación (difícil no estar entusiasmado cuando te han puesto hasta arriba de cerveza y te han tirado colina abajo con un monopatín).
En la entrevista When bums stop fighting, McPherson se queja de que la gente juzga el vídeo sin haberlo visto. Declara: "Si lo has visto te darás cuenta de que la mayor parte de la violencia tiene lugar entre adolescentes y no entre vagabundos. Este es el hecho que he intentado mantener desde el primer día a través de este mundo de "juzgue a un libro por su portada". Hay quizá tres incidentes en los que personas sin hogar se ven implicadas en violencia y esos incidentes son tan espontáneos e inesperados como las peleas de instituto. El metraje sobre vagabundos consiste principalmente en Rufus the Stunt Bum y Bling Bling the Crackhead, entre otros personajes únicos, simplemente haciendo lo que suelen hacer".
"Lo que suelen hacer" por lo visto incluye estrellarse de cabeza contra un container, prenderse fuego al pelo o beber de una botella donde previamente ciertos jóvenes "cineastas" han meado.
Algunos amigos de afectados por el rodaje consiguieron animarles a presentar una demanda. El equipo finalmente fue llevado a juicio acusado de conspiración para promover peleas con incentivo económico. Fueron sentenciados con servicios a la comunidad, a los que no asistieron, por lo cual acabaron pasando seis meses en la cárcel.
Menos peliagudo legalmente hablando fue el siguiente vídeo que produjo el equipo Indecline: Indecline Vol 1 - It's worse than you think (tan poco peliagudo que YouTube se permite albergarlo. Intenta subir un extracto de Bumfights, a ver lo que dura). Sin embargo sigue siendo un visionado espeluznante, un viaje por lo más bajo de la sociedad americana, centrado en gente de la calle con problemas físicos y mentales, graffiti y una vez más, peleas a puño desnudo.
McPherson está ahora centrado en realizar trabajos audiovisuales, como videoclips. En su web puede comprobarse que perdura su interés por lo grotesco y decadente, lo incómodo de mirar. Me pregunto cómo será su vida. Me lo imagino intentando conseguir trabajo sin ser conocido como "el tío que hizo Bumfights", sabiendo que cambió el mundo, haciéndolo un poco peor.
La "desviación" fueron los 311 Boyz. Es decir, Bumfights fue un producto horrible, pero los 311 Boyz fueron el caso más flagrante de imitadores. Grupo de adolescentes blancos de clase media-alta de Las Vegas, etiquetados en un principio como "banda juvenil", salían en busca de pelea o las provocaban entre individuos con la intención de grabarlas en vídeo y hacer negocio con ello. Saltaron a los titulares cuando persiguieron a un grupo de chicos que escapaban en furgoneta de un altercado con ellos en una fiesta. Entre otras lesiones causadas, una piedra dejó ciego de un ojo a uno de los asaltados. Los medios aprovecharon para cebarse en el mito del adolescente violento y en la idea del surgimiento de bandas de jóvenes que deambulaban atacando a lugareños. Los 311 Boyz no fueron el único caso. En los medios comenzaron a surgir noticias sobre todo de jóvenes que agredían a gente sin hogar, admitiendo algunos de ellos haberse inspirado en Bumfights. Tampoco faltaron los que se sumaron a este nuevo género audiovisual viendo las posibles ganancias. Comenzaron a aparecer imitadores de la serie con títulos que contenían las palabras "bum" o "fights".
Aspectos como estos se tratan en el documental Bumfights - A video too far. En él se da una oportunidad a McPherson para defenderse, el cual mantiene que cuando los vagabundos protagonistas hacían cosas por dinero, se trataba de un intercambio consentido entre adultos, y que a veces incluso se les ve entusiasmados por su participación (difícil no estar entusiasmado cuando te han puesto hasta arriba de cerveza y te han tirado colina abajo con un monopatín).
Rufus diciendo a cámara "I love it!" después de que lo tiren terraplén abajo,
ebrio de adrenalina y de otras cosas
Bling Bling después de fumar crack para la cámara
"Lo que suelen hacer" por lo visto incluye estrellarse de cabeza contra un container, prenderse fuego al pelo o beber de una botella donde previamente ciertos jóvenes "cineastas" han meado.
Algunos amigos de afectados por el rodaje consiguieron animarles a presentar una demanda. El equipo finalmente fue llevado a juicio acusado de conspiración para promover peleas con incentivo económico. Fueron sentenciados con servicios a la comunidad, a los que no asistieron, por lo cual acabaron pasando seis meses en la cárcel.
Menos peliagudo legalmente hablando fue el siguiente vídeo que produjo el equipo Indecline: Indecline Vol 1 - It's worse than you think (tan poco peliagudo que YouTube se permite albergarlo. Intenta subir un extracto de Bumfights, a ver lo que dura). Sin embargo sigue siendo un visionado espeluznante, un viaje por lo más bajo de la sociedad americana, centrado en gente de la calle con problemas físicos y mentales, graffiti y una vez más, peleas a puño desnudo.
McPherson está ahora centrado en realizar trabajos audiovisuales, como videoclips. En su web puede comprobarse que perdura su interés por lo grotesco y decadente, lo incómodo de mirar. Me pregunto cómo será su vida. Me lo imagino intentando conseguir trabajo sin ser conocido como "el tío que hizo Bumfights", sabiendo que cambió el mundo, haciéndolo un poco peor.