Douglas Rushkoff, felizmente mutado a finales de los 80, presentándose a servicio.
Creo que la realidad en la que vivimos es en gran parte, si no completamente, hackeable. Hemos sido engañados en la convicción de que las convenciones sociales, la ley, la economía y la naturaleza son hardware, cuando en realidad son software abierto a modificación. Y con un poco de esfuerzo extra podríamos llegar a perfeccionar el hardware también.
Las actuales guerras entre culturas, tal y como yo las entiendo, son entre personas que ven nuestra circunstancia como una condición preexistente y aquellos que la ven como una construcción que nos corresponde principalmente a nosotros. Aquellos que forman parte de la facción antigua prefieren ver la realidad como confinada a un sistema operativo por parte de un Creador, y al rol humano confinado a una serie de reglas de comportamiento establecidas por Él. Aquellos en la facción más actual reconocen la función de la evolución, y la oportunidad (si no la obligación) de los seres humanos de participar en una construcción contínua de nuestro mundo y sus sistemas operativos.
Parte de esta actividad de diseño consiste en modificar el software. Hacemos leyes para carriles-bici, rebajas de impuestos para el desarrollo de paneles solares, o la libertad para cultivar ciertas plantas. Esta parte debería ser fácil pero, dadas las creencias de los que están en el bando del Creador, y el apoyo que reciben de la élite capitalista corporativa, resulta en realidad una parte bastante dura. Puede ser incluso estresante intentar debatir con gente que no cree que las reglas del juego puedan o debieran ser jamás cambiadas.
Los otros tipos de hackeos, los físicos, son aun más duros. Es difícil lograr que el tráfico fluya en una ciudad diseñada para coches, paneles solares que almacenan la energía eficientemente, o cultivar comida orgánica o hierbas en suelos ya contaminados y desmineralizados. Pero son esos logros los celebrados por los Mutantes Felices y los celebrados a menudo en este blog.
Para mí, los hackeos físicos habitualmente reflejados aquí no sirven sólo como modelos o instrucciones para otros hackeos, sino refuerzos insufladores de moral y constructores de solidaridad para el hacking espiritual y social exigido por activistas que viven en una sociedad tan arraigada en el fascismo corporativo, la autodestrucción y la guerra religiosa. En un mundo gobernado por gente que cree (o que quiere que sus ciudadanos crean) que el fin del mundo es una fecha en el calendario del Creador, es imperativo que los mutantes se alcen con el reto de cambiar el panorama que se les presenta.
Pero para lograr esto con éxito, los mutantes deben ser felices. Carentes de una alegría subyacente, los cambios que realizásemos en el programa base no serían mucho más iluminados que aquellos hechos por los que nos precedieron.
Por todo esto, Boing Boing.
Creo que la realidad en la que vivimos es en gran parte, si no completamente, hackeable. Hemos sido engañados en la convicción de que las convenciones sociales, la ley, la economía y la naturaleza son hardware, cuando en realidad son software abierto a modificación. Y con un poco de esfuerzo extra podríamos llegar a perfeccionar el hardware también.
Las actuales guerras entre culturas, tal y como yo las entiendo, son entre personas que ven nuestra circunstancia como una condición preexistente y aquellos que la ven como una construcción que nos corresponde principalmente a nosotros. Aquellos que forman parte de la facción antigua prefieren ver la realidad como confinada a un sistema operativo por parte de un Creador, y al rol humano confinado a una serie de reglas de comportamiento establecidas por Él. Aquellos en la facción más actual reconocen la función de la evolución, y la oportunidad (si no la obligación) de los seres humanos de participar en una construcción contínua de nuestro mundo y sus sistemas operativos.
Parte de esta actividad de diseño consiste en modificar el software. Hacemos leyes para carriles-bici, rebajas de impuestos para el desarrollo de paneles solares, o la libertad para cultivar ciertas plantas. Esta parte debería ser fácil pero, dadas las creencias de los que están en el bando del Creador, y el apoyo que reciben de la élite capitalista corporativa, resulta en realidad una parte bastante dura. Puede ser incluso estresante intentar debatir con gente que no cree que las reglas del juego puedan o debieran ser jamás cambiadas.
Los otros tipos de hackeos, los físicos, son aun más duros. Es difícil lograr que el tráfico fluya en una ciudad diseñada para coches, paneles solares que almacenan la energía eficientemente, o cultivar comida orgánica o hierbas en suelos ya contaminados y desmineralizados. Pero son esos logros los celebrados por los Mutantes Felices y los celebrados a menudo en este blog.
Para mí, los hackeos físicos habitualmente reflejados aquí no sirven sólo como modelos o instrucciones para otros hackeos, sino refuerzos insufladores de moral y constructores de solidaridad para el hacking espiritual y social exigido por activistas que viven en una sociedad tan arraigada en el fascismo corporativo, la autodestrucción y la guerra religiosa. En un mundo gobernado por gente que cree (o que quiere que sus ciudadanos crean) que el fin del mundo es una fecha en el calendario del Creador, es imperativo que los mutantes se alcen con el reto de cambiar el panorama que se les presenta.
Pero para lograr esto con éxito, los mutantes deben ser felices. Carentes de una alegría subyacente, los cambios que realizásemos en el programa base no serían mucho más iluminados que aquellos hechos por los que nos precedieron.
Por todo esto, Boing Boing.
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Traducción de un artículo de Douglas Rushkoff, que ha posteado recientemente como blogger invitado en BoingBoing.
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